Un tema negativo para el sector azucarero fue el reciente artículo de una conocida revista editada en Buenos Aires el 15 de octubre, en la que bajo un tremendo título se quiere llamar la atención. Señala que “ esa dulce adicción llamada Azúcar... es más adictiva que la cocaína, con riesgos para la salud “. Impactante y tendencioso y analizado objetivamente su contenido aún no hay nada concreto ni definitivo en ello con investigaciones en seres humanos, como bien lo señala allí el conocido Dr. Cormillot. Los trabajos básicos fueron con roedores. Allí se señala que “dichos estudios demuestran que el azúcar es adictivo por reacciones en el cerebro y puede ser hasta ocho veces más adictiva que la cocaína”. Tremenda afirmación y apresurada. Incluso llega a afirmar que “puede ser sustitutiva a las drogas adictivas y ser más gratificante”. Conceptos raros y mezclados. Título y contenido sensacionalista. No entraré en cuestiones de medicina (excluyendo totalmente a quienes padecen diabetes) sino señalar que el azúcar está considerado un alimento diario por la propia OMS para proveer la energía que necesita el ser humano dentro de un consumo normal, sin excesos, y con las limitaciones lógicas de cualquier alimento o bebida. Cada gramo de azúcar ingerido aporta 4,5 calorías vs. 7,5 cal/cc de bebidas alcohólicas o 9,2 /cal/gramo de materias grasas. Las diferencias son notables. En las comidas prevalecen por lo general las de más calorías. Sin embargo eso no se demoniza y solo se lo hace con el azúcar. Están también los elevados consumos de pastas con el consecuente almidón y nada serio se dice de ello y solo son mencionados al pasar. ¿Por qué con el azúcar solamente? ¿A qué intereses se responde? La OMS tiene definido que el cuerpo humano necesita de 2.500 calorías/día para cubrir una actividad normal y que el consumo de azúcares libres (sacarosa) no debería sobrepasar del 10 % de ello, o sea 250 calorías. Traducido en azúcar, serían 55,5 gr/día. Vale conocer que Argentina consumirá en 2022 unos 28,5 kg/habitante/año basados en una entrega al mercado doméstico de 1.350.000 ton para los 47.327.404 de habitantes. Llevado a consumo diario resultan 78/gr/habitante/día, o sea 251 calorías, lo cual excedería en 101 calorías (4,04 % del total). Así parece difícil que esta exigua cifra pueda ocasionar una “adicción” de tal magnitud que produzca un colapso en la salud pública. Podemos agregar un dato muy interesante que surge de la Asociación Americana de Diabetes y es que en los EEUU es recomendable no pasar del 13% de aquellas calorías diarias totales. En forma parecida la FDA (Federación Argentina de Diabetes) señala que hay que consumir en un plan alimentario en “su justa medida”, es decir, no a los excesos. El artículo mencionado puso énfasis en el notable aumento del consumo de bebidas azucaradas en América Latina y que Argentina ocupa el primer lugar, sobre todo en las clases más pobres. Pero eso no es problema ni culpa de quienes fabrican azúcar. Faltan políticas públicas que orienten mejor en este sentido, o hacer como Japón que desarrolló una gran industria de bebidas endulzadas con la planta vegetal stevia y desplazó a los nocivos endulzantes artificiales. Argentina no tiene una política en este sentido y sí la tienen muchos países. Volviendo a las cifras, con aquel 13 % serían 325 calorías admitidas, que son 72,2 gramos/azúcar/día, y frente a los 78 gramos de nuestro país se sobrepasan en 5,8 gr/día, que son 26,1 calorías es decir 1,04 % de más. Así parece que ese consumo total/país es prudente y es difícil que surja un tremendo efecto de “adicción”, como lo enfoca la revista.
Franco A. Fogliata
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